Este es el titular de una noticia que leo hoy (Abril 14, 2007) en la edición virtual del periódico El Tiempo donde se afirma que «según el más reciente Observatorio de Seguridad de la Cámara de Comercio de Bogotá los niveles de denuncia de delitos de la ciudadanía cayeron durante el primer trimestre de 2007» y eso me hizo recordar una experiencia que tuve hace ya casi un par de años respecto a denunciar delitos, al parecer las cosas no han cambiado en nada y a continuación les cuento el porque de mi afirmación.
Pues les cuento mi experiencia, todo comenzó cuando me reuní a tomar café y hablar paja, un día entre semana, creo que era jueves, en el Café Juan Valdez de la calle 73 con novena, con unos amigos míos y de Natalia, mi novia de aquellos días. Era usual que hiciéramos eso en las tardes-noches después de salir del trabajo y el lugar era el acostumbrado ya que Bibiana y Lucho trabajaban cerca de ese Juan Valdez. En algún momento y eran cerca de las 8 de la noche, las chicas fueron a comprar algo de tomar y comer y me quede charlando con Lucho y en la mesa estaba el celular de Natalia. Se acerco a la mesa un muchacho de unos 18 a 20 años a ofrecernos unos poemas creo que eran, que le diéramos algunas monedas por su trabajo y lo apoyáramos. Al mostrarnos las hojas que traía, las puso sobre el celular que estaba en la mesa y disimuladamente al retirar las hojas se llevo el celular. Un segundo después, lucho me pregunta si yo recordaba haber visto el celular de Nata en la mesa y le digo que si, por lo que reaccionamos rápidamente yendo tras el muchacho. Yo tenia el portátil en mi morral y en ese momento llegan las chicas, les dejo el morral y salgo detrás de lucho quien ya había agarrado al muchacho quien no había salido del café, todo sucedió muy rápido. Le pedimos al muchacho que nos devuelva el celular y lo hace dando excusas que por que tiene una mala situación y demás. Se acercan los celadores del café quienes llaman a la policía del CAI que queda en la 72 abajo de la 7ma a una cuadra del café y efectivamente llegan dos policías al cabo de un par de minutos. Es aquí donde comienza el calvario, los policías nos preguntan si queremos poner denuncio del robo o de lo contrario tendrían que dejar ir al muchacho, así que después de hablar un segundo con Natalia decidimos poner el denuncio, es posible que con eso el muchacho aprenda la lección y no lo vuelva a hacer, algo ingenuo de nuestra parte pero así sucedieron las cosas. Como el delito se denomina Robo de menor cuantía, nos cuenta el policía que después del denuncio, el muchacho pasaría la noche en la cárcel y al día siguiente de seguro estaría en la calle, pero igual decidimos hacer el denuncio. Acompañamos a la policía hasta el CAI, donde nos preguntan lo sucedido y le preguntan al muchacho quien acepta que se robo el celular y confirma nuestra historia. El muchacho dice no tener la cédula ni otra identificación y dice ser menor de 18 años. Para hacer la declaración, esta no se puede hacer en el CAI por lo que nos dicen que esperemos, que una patrulla nos recogerá para acompañarnos a la estación de policía que queda en la circunvalar y que después nos traen de vuelta. También nos informan que ellos se deben quedar con el celular como prueba del delito, por lo que no es suficiente una confesión y declaraciones firmadas de testigos, algo que me parece totalmente ridículo. Nos dicen que si esperamos después de hacer la declaración a que lleven al detenido a una fiscalía para que el juez revise el caso, tomen las fotos de la prueba alias el celular, y el juez nos lo devuelva, pero que esta vuelta depende de que tan congestionado este el despacho de la fiscalía. Al preguntar por alternativas nos dicen que no es necesario que los acompañemos y que podemos llamar al día siguiente para poder recuperar el celular. Decidimos hacer eso porque después de hacer la declaración en la estación de la circunvalar y volver ya eran algo pasadas las 12 de la noche y teníamos que madrugar al día siguiente, así que tomamos los nombres de los oficiales de policía, el teléfono del CAI y nos fuimos; la verdad fue la peor de las decisiones de ese día.
Para poder recuperar el celular, llamamos al día siguiente al CAI varias veces hasta que conseguimos hablar con alguien que nos informo que el juez había atendido el caso a las 12 de la noche y que nos había llamado pero como no estábamos, el celular lo habían guardado en una bodega ahí mismo en la fiscalía por lo que debíamos llamar al propio Juez para que autorice que nos lo devuelvan, así que nos dan el teléfono de la fiscalía y el nombre del Juez para que averigüemos directamente. Eso sucedió al final del día (era un viernes) así que teníamos que esperar hasta el lunes para hablar con el Juez. El lunes llamamos y nos dicen que días atiende ese Juez para que podamos hablar con él directamente y el día adecuado voy a intentar hablar con el juez. Llego a la fiscalía ubicada en la 167, creo, arriba de la autopista (no recuerdo bien la dirección exacta). Después de esperar cerca de una hora, por fin puedo hablar con el Juez quien me da una orden para que pueda recuperar el celular y me dice que vaya a la bodega que queda en esa misma fiscalía a ver si todavía esta ahí, ya que los objetos nunca son guardados ahí por mucho tiempo, luego son enviados a una bodega que queda en la zona industrial. Dicho y hecho fui a la bodega y ya no estaba el celular allí. Resulto que para poder recuperarlo debía esperar a que asignaran un fiscal que se encargaría del caso y dicho fiscal sería quien me podría dar una orden para recuperar el celular. Después de unos días asignaron al Fiscal y tuve que ir a una oficina en el centro para que me dieran sus datos. Por suerte la oficina del fiscal no quedaba lejos de mi oficina así que fui a hablar con él con tan mala suerte que no lo encontré y tuve que repetir la visita. El fiscal muy amable hasta me pregunto que si quería estar en la audiencia del caso y a esas alturas pocas ganas me quedaban de volver a ver al muchacho, lo único que quería era recuperar el bendito celular, así es como el fiscal me da una orden con la que puedo ir a las bodegas de la policía de la Zona Industrial y allí me entregarían el celular. Un par de días después cuando puedo sacar el tiempo para volarme de la oficina en horas laborables, voy hasta la mencionada bodega donde después de esperar alrededor de una hora, por fin me devuelven «la prueba del delito» alias «el celular» no sin antes tomarme foto para que quede constancia de la devolución, así que pueden imaginarse como se siente uno, como si uno hubiese sido el delincuente.
No les parece una odisea para un delito tan simple como el robo de un celular. Me sorprende hoy día ver una noticia con este títular «Denunciar un delito es una pesadilla«, no tiene nada de raro que en un país como Colombia exista tanta burocracia para algo tan sencillo, aunque no niego que el sistema puede llegar a ser práctico para delitos más graves donde el Juez puede tomar decisiones inmediatas y de esa manera agilizar la llamada Justicia, pero la verdad es que para mi en lugar de agilizar las cosas fue toda una pesadilla. En general los delitos sencillos como hurtos menores se convierten en una pesadilla si se decide denunciar el delito y desgraciadamente son muy comunes cosas como raponazos de carteras o joyas y robos de celulares en el transporte público o en la misma calle, sobre todo en sectores como el centro de Bogotá. Si alguien sigue por curiosidad el enlace a la noticia verán otras curiosas historias donde como título dice «Víctima tuvo que pagarle pasaje de bus al delincuente», en fin esto solo sucede en este país de locos que de todos modos no cambio por nada del mundo.
Como nota final les cuento que esto me paso hace ya tiempo y en realidad no se si han cambiado los procedimientos para estas situaciones pero por el titular de la noticia, parece que la cosa sigue igual.
Enlaces:
http://www.eltiempo.com/…WEB-NOTA_INTERIOR-3514208.html
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