No me digáis que al viento
decirle pudiera una palabra
pues le diría en un verso
parte del poema que os ama.
Vos, ser virtuoso de belleza,
vos, divina esencia de mujer;
así como puede embargarme la pena
pudiera el amor embriagarme también.
Decir al aire vuestro nombre
es revelar el sobrenombre de un ángel;
cuando a las nubes llega el eco
alguien se pregunta en el cielo:
¿ quién allá, como yo, hace en llamarse?
No es que ruegue vuestro amor,
no es que el tigre sea manso…
es que los ojos al veros
detiénense obnubilados.
Vuestro porte majestuoso y elato,
vuestra figura elegante y hermosa
danzando en mis pupilas trémulas
pues es fascinación la que me embota.
No vi yo en la tierra un ser,
que la sirena la llamase hermana;
que un hada le fuese fiel
o a una flor estuviese emparentada…
y sin embargo a sus pies
fue entonces que yo me reverenciaba.
¡ Oh! aparición, milagro y sueño;
creeré en fantasmas y en Dios
y, toda vez, estaré durmiendo. |
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